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Para los que buscan sanación, paz y armonía. Para los que quieran aprender, que quieran trabajar, para los que quieren cambiar. Para los que están cansados del ruido y que quieren hundirse del silencio de la selva. Para los que quieren conocer. Para los que quieren cambiar la vida y aprender a vivir.

Nuestro proyecto, abierto a todas las personas interesadas en su desarrollo, nació del deseo sincero de construir una nueva vida más cerca de la naturaleza y de sus ritmos, más respetuosa hacia todos los seres de la tierra, trabajando con fe y dedicación para lograr armonizarnos con nuestro entorno y con nosotros mismos. Siempre guiados por la medicina que nos brinda cada vez mas conciencia y energía, estamos abriendo un espacio en la montaña, alejado del ruido y de la contaminación, a unos treinta minutos de caminata de la entrada de la cascada Fin del Mundo.

Mas alla del cielo

Nuestra finca ubicada en plena selva se extiende sobre unos siete hectareas, que son siempre una posibilidad infinita de experimentar y aprender. Rodeados de pajaros y flores, arrullados por el sonido de la quebrada y de la cascada que estan en nuestro terreno, estamos sembrando medicna de yage para poder seguir compartiendoel legado ancestral con toda la humanidad, siempre bajo la mano de nuestro taïta Humberto Diaz. Ademas, confiados en que la autonomia es otro paso mas hacia la libertad, sembramos comida, frutales y plantas medicinales, para manana poder cosechar lo necesario a nuestro sustento, cultivado con conciencia y respeto hacia la naturaleza.

Disponemos de tres ranchos rudimentarios, en los cuales seguimos trabajando para poder acoger las personas que quieran visitarnos y trabajar con nosotros.

Un espacio para sanar

Detrás de todo eso, está creciendo cada vez más fuerte una invitación, una llamada : que brindemos juntos una propuesta colectiva para forjar nuevas esperanzas, que creamos con amor un espacio que sea para cada cual un descanso, un refugio, un hogar. Que ese espacio no sea una paréntesis en una vida atormentada y confusa, sino un punto final y una apertura hacia otros pensares y otros mundos. Esa llamada, ese canto que nace del más profundo de la selva del Putumayo, es una alabanza a la paz, a la armonía, y es un reto también : el trabajo no solo consiste en sudar y plantar árboles, sino en cambiar radicalmente las malas costumbres que nos enferman, las iras que nos ahogan, los malos pensamientos que nos encierran. De ahí viene el inevitable acoplamiento con la planta sagrada del yagé, para aprender de su sabiduría, sanar nuestras heridas, espantar nuestros demonios y cultivar la energía necesaria para cambiar la vida. De ahí también viene esa invitación, a todos y todas quienes sienten ese canto en su corazón y quieran seguirlo hasta la selva del Putumayo.